La
sanación emocional
1.- El poder de la visualización | 7.- El síntoma |
2.- El viaje | 8.- El olvido |
3.- La celebración | 9.- El cambio |
4.- La redención | 10.- El santuario |
5.- La liberación | 11.- El problema |
6.- La unción |
1.-
El poder de la visualización
Imaginar
quiere decir ver mentalmente objetos, personas y situaciones. La imaginación es
una actividad mental que tiene varios niveles, que van desde la observación
simple hasta la fantasía simbólica. Los ejercicios que proponemos en este
apartado siguen esta secuencia, partiendo de objetos y situaciones reales para
ir desembocando progresivamente en una temática fantástico-simbólica.
En
nuestra imaginación, podemos visitar el planeta que queramos, podemos ser la
persona que siempre hemos querido ser, podemos ir a donde nos plazca, retroceder
hacia el pasado para sanar y superar un conflicto, o proyectarnos hacia el
futuro para diseñarlo a la medida de nuestros deseos... Nada hay de mágico o
misterioso en estas prácticas. Sucede que la dimensión en la que normalmente
nos desenvolvemos, y a la que llamamos real, es tan sólo una parte mínima de
la realidad total, justamente aquélla que captamos con nuestra mente consciente
en nuestro estado de vigilia. Pero... hay más dimensiones, más niveles de
conciencia, y por encima y por debajo de la conciencia normal hay vastas
regiones, espacios ilimitados donde podemos entrar a voluntad con un adecuado
entrenamiento. Se les conoce con los nombres de dimensión supraconsciente y
dimensión subconsciente.
No
somos seres aislados, nuestro verdadero ser no termina en nuestra piel, ya que
no hay fronteras para el verdadero “Yo”. El universo es un todo orgánico,
un inmenso “cuerpo místico”, donde todos sus miembros y órganos están
interrelacionados. Todo es Uno, esta es la enseñanza de la filosofía perenne.
La energía que circula por nuestro cuerpo es la misma que hace arder las
estrellas (por lo demás, ¿no venimos de ellas?). Sólo hay una Mente, aunque
distintos aspectos según su grado de vibración. Si esto es así, al dominar
una vibración en nosotros, podremos también dominarla en cualquier parte del
universo donde también se encuentre; al acceder a un determinado nivel,
accederemos también al depósito universal de la energía que vibra en ese
nivel. Hagamos lo que hagamos a nivel interno, desembocaremos siempre en el
infinito. De ahí viene nuestro poder, y podremos usarlo para lo que deseemos.
Por ejemplo, para curar a una persona a distancia, pues la mente de esa persona
es idéntica a la mía.
Una
de las leyes de la energía dice que una energía de determinadas características
y vibración tiende a atraer energías de características vibratorias
similares. El pensamiento es una forma de energía rápida, ligera y móvil, que
se manifiesta instantáneamente. Cuando creamos algo, siempre lo creamos en
primer lugar en forma de pensamiento, precediendo siempre la idea a su
manifestación real: “Voy a hacer la cena” es la idea que precede a la
preparación de una comida; “necesito un nuevo empleo” es el pensamiento
previo a encontrarlo.
Los
pensamientos son imágenes y palabras. La idea es como una película fotográfica:
crea una imagen de la forma, que luego se magnetiza y conduce la energía física
para que fluya esa forma y pueda llegar a manifestarse en el plano físico. Este
principio sigue siendo válido aunque no emprendamos una acción física directa
para que nuestras ideas se materialicen. El mero hecho de tener una idea o
pensamiento alojados en nuestra mente, es una energía que tenderá a atraer y
crear la forma en el plano material. Si pensamos constantemente en la
enfermedad, acabaremos enfermando. Si pensamos en nosotros mismos como algo
hermoso, acabaremos siéndolo.
Como
consecuencia de este principio universal, atraemos a nuestra vida aquello en lo
que pensamos más intensamente, aquello en lo que creemos con más fuerza,
aquello que deseamos con mayor vehemencia, lo que imaginamos de un modo más
real.
Partiendo
de este principio básico, las técnicas de imaginación que desarrollaremos a
continuación tienen el objetivo global de cambiar algo negativo que tenemos, y
conseguir algo positivo que deseamos tener.

La
técnica es bien simple: consiste en proyectar en nuestra pantalla mental una
situación en la que el cambio ya se ha producido, viviéndolo y experimentándolo
como real, como si ya viviéramos la situación deseada. Esta imagen mental
deberá ser lo más clara posible, y muy concreta, con el mayor número posible
de detalles, con el fin de dar más corporeidad y credibilidad a dicha imagen, y
así poderla grabar más profundamente en nuestro subconsciente. Para ello, es
fundamental recurrir a la sensorialidad, añadiendo colores, olores, formas,
sonidos...
No
olvidemos que nuestro discurso va dirigido a la dimensión subconsciente, la
cual es absolutamente primaria, con muchas características infantiles y
prerracionales, y funciona con símbolos, imágenes y arquetipos. La escena
coloreada, sonora, olorosa y táctil que enviamos a ese estrato de nuestro ser
no es sino un código simbólico donde va implícita una información cifrada,
ya que dicho simbolismo es el que asimila nuestro subconsciente.
También
es importante durante estas prácticas usar el poder sugestivo de las palabras,
en forma de breves afirmaciones positivas donde, con una frase, se exprese lo
que deseamos conseguir. Estas afirmaciones deben hacerse siempre en primera
persona, y tienen que formular el deseo en su forma positiva, por ejemplo, la
afirmación:
"No
siento dolor en mi estómago".
Es
incorrecta, pues está en forma negativa. Sería mejor usar la siguiente:
"Mi
estómago está sano y fuerte".
Si
usamos el poder de una mente centrada y aquietada, y lo focalizamos sobre una
imagen clara de algo que queramos conseguir, nuestro subconsciente, conectado a
la mente Universal, no tardará en dar forma a nuestros sueños.
2.-
El viaje
Peace of mind ©http://sadistikid.deviantart.com

Ahora
voy a imaginar que, en ese lugar y en ese momento, he encontrado por fin algo
que estaba buscando desde hacía mucho tiempo, algo muy importante para mí,
algo de lo que tenía real necesidad... ¿Qué es lo que he encontrado? ¿Es
algo material? ¿Es una persona? ¿Es un estado interno de felicidad, paz,
plenitud?... Sea lo que sea, me visualizo como si ya lo hubiera conseguido...
¿Cómo
me siento? Dedico un rato a saborear la experiencia, a sentir intensamente, a
grabar la escena en mi memoria, con todo lujo de detalles... me digo alguna
frase corta para expresar que he conseguido lo que deseaba...
Para
finalizar, envío una intensa energía positiva a la escena en forma de color
rosa... la envuelvo con ese color, y la libero, dejándola flotar en el
universo... a la vez que me digo esta frase tres veces:
“ESTO,
O AlGO MEJOR, SE HACE PRESENTE AQUÍ Y AHORA DE UNA FORMA TOTALMENTE
SATISFACTORIA Y ARMONIOSA, PARA MAYOR BIEN MÍO Y DE TODOS AQUÉLLOS A QUIENES
AFECTA”.
3.-
La celebración

Visualizo
una escena del pasado en la que me sentí profundamente amado... Reconstruyo esa
escena con el mayor número de detalles, exactamente como si la estuviera
viviendo ahora por primera vez...
¿Cómo
me fue expresado ese amor? ¿Con palabras? ¿Con un regalo? ¿Fue una mirada, o
algún otro gesto? ¿Fue un acto de servicio y de entrega que me hicieron?... Me
recreo en la escena, hasta que vuelva a sentir algo de la alegría que sentí
cuando tuvo lugar aquel hecho.
Vuelvo
ahora a un momento de mi vida en el que experimenté una alegría profunda... ¿Qué
causa hizo que sintiera aquel gozo?... Reconstruyo la escena con toda claridad,
con todos sus detalles, hasta que sea capaz de volver a sentir aquella alegría
de nuevo... Disfruto con ella el mayor tiempo posible...
4.-
La redención
Regreso
a un momento de mi pasado en el que experimenté dolor, sufrimiento, o algún
tipo de aflicción o daño... Reconstruyo mentalmente la escena en sus
detalles... ¿Cuál fue la causa de mi sufrimiento? ¿Fue algo que me ocurrió?
¿Fue la causa una persona que me hizo daño? Trato de entender por qué aquel
hecho me produjo dolor...
A
la vez que revivo esa aflicción, intento ver si de aquel hecho ha salido algo
positivo, algo que me haya hecho aprender, algo que después, con el correr del
tiempo, haya tenido consecuencias positivas para mi vida... Veo qué cosas
positivas que tengo ahora se originaron en aquel acontecimiento, aparentemente
doloroso...
5.-
La liberación
Visualizo
ahora una persona, de mi pasado o de mi presente, con la que siento que tengo
algo pendiente... Puede ser una persona contra la que esté resentido por algún
daño que me hizo... Puede ser una persona con la que me haya portado mal, a la
que he hecho algún tipo de daño que quiera reparar... Puede ser alguien con
quien quiera mejorar mi relación, superando rencores y malentendidos...
¿Quién
es esa persona? ¿A quién he elegido?... Imagino que la tengo delante de mí,
mirándome... Me fijo en todos los detalles de su rostro... Ahora le hablo, y le
digo todo aquello que me salga del corazón, de la manera más viva que pueda,
como si me estuviera escuchando realmente... Vacío mi corazón de los
sentimientos que esa persona me inspira... Puedo expresarle rabia y
resentimiento, aunque sea con palabras duras... O quizá mis palabras expresen
mi deseo de ser perdonado por ella de algo malo que le hice...
Ahora
me convierto en esa persona, y trato de ver desde su punto de vista la totalidad
del incidente que ha producido mi resentimiento o mi arrepentimiento... ¿Cómo
me siento mientras la escucho? ¿Cuál es su punto de vista sobre el conflicto
que hay entre nosotros?...
Proseguimos
el diálogo durante un rato, de la manera más real y vívida posible... siendo
a veces yo mismo, y en ocasiones la otra persona... ¿Qué me digo a mí mismo
mientras soy esa persona?...
Ahora
me despido de ella, pero antes le digo algo que exprese lo que he aprendido de
la experiencia... ¿Han cambiado mis sentimientos hacia la otra persona? ¿Qué
cosas son las que veo ahora desde un nuevo punto de vista?... Se lo digo... Y
escucho su despedida, las palabras que me dirige antes de desaparecer...
6.-
La unción
Visualizo
ahora en mi pantalla mental a una persona que conozca, que tenga algún tipo de
necesidad... Puede ser que tenga problemas de salud, o de otro tipo... Imagino
perfectamente cómo es, y la llamo por su nombre...
¿Cuál
es el problema que tiene esa persona?... Para descubrir su causa, me imagino que
entro dentro de ella, que me introduzco en su cuerpo, y, una vez allí, paso
revista a sus órganos, chequeándola, a fin de averiguar la naturaleza de su
conflicto... Dedico un rato a esta operación, dejándome llevar por mi intuición...
Al final, me convierto en esta persona, me imagino que yo soy su cuerpo, y me
digo a mí mismo claramente dónde está la raíz del problema... Lo formulo
claramente y con precisión...
Ahora
soy yo mismo nuevamente, y le digo a esa persona lo que he descubierto sobre su
problema, sobre su causa, sus consecuencias, y sus soluciones, como si fuera un
médico con su paciente... Escucho lo que la otra persona me responde...
Voy
a aplicar ahora la solución o soluciones que he descubierto... Me imagino que
lo estoy haciendo, que estoy sanándola, que estoy resolviendo los conflictos de
esa persona... Utilizo todo lo que considero conveniente... medicinas, palabras,
colores... Ahora visualizo a esa persona completamente restablecida de su
problema, imagino su rostro de la forma más positiva posible, lleno de
vitalidad y alegría, sonriente y sereno... Me convierto de nuevo en ella,
disfrutando de la solución del problema...
Para
finalizar, la envuelvo con energía amorosa en forma de color rosa, la envío
una intención clara de amor... Escucho si tiene algo que decirme antes de que
se despida de mí... Me despido de ella...
7.-
El síntoma
Practico
algún ejercicio de toma de conciencia de las sensaciones corporales... Dedico a
esto unos minutos, procurando darme cuenta de todo lo que percibo...
Ahora
selecciono una sensación corporal de molestia que tenga, un síntoma físico
que me preocupe y que sienta ahora mismo, o que tenga repetidamente en mi vida
diaria, aun cuando ahora no aparezca... En este último caso, procuro recrear
claramente esa sensación de malestar... Fijo mi atención en esa molestia, y
tomo conciencia clara del mismo... ¿Qué partes de mi cuerpo están afectadas
por ese síntoma y qué sensaciones siento en tales partes?... Presto particular
atención a las sensaciones de dolor y tensión... Intento aceptar completamente
ese malestar, dejándolo entrar libremente en mi conciencia...
Ahora
veo si puedo exagerar ese síntoma, aumentándolo... y luego veo si puedo
reducirlo librándome de él de alguna manera... Me tomo un poco más de tiempo
para explorar mejor el síntoma y tomar más conciencia de sus sensaciones...
Me
convierto ahora en ese síntoma... ¿Cómo soy? ¿Cuáles son mis características
y qué me estoy haciendo a mí mismo?... Me hablo a mí mismo siendo el síntoma,
diciéndome qué hago y cómo, y por qué actúo así, y los efectos que
pretendo conseguir con esa actitud.
Ahora
soy yo mismo nuevamente, y le respondo al síntoma... ¿Qué le contesto y cómo
me siento mientras lo hago?...
Vuelvo
a convertirme en el síntoma y prosigo el diálogo... ¿Cómo me siento ahora
siendo otra vez el síntoma y qué digo?... Ahora le digo a esa persona (yo) qué
estoy haciendo por él... ¿De qué manera
le es útil o le facilita la vida?... ¿Qué le ayuda a evitar?... ¿Qué otras
cosas puedo decir como síntoma...?
Ahora
soy otra vez yo mismo... ¿Qué respondo?... Continúo el diálogo durante un
rato, alternando papeles... Me fijo en qué cosas descubro en ese diálogo...
Mantengo
los ojos cerrados y recapacito en silencio sobre la experiencia...
8.- El olvido
Piense en una
circunstancia negativa que tenga ahora en su vida, en un problema que le
preocupe, en una situación que le incomode... Cree un símbolo para ese
problema, con una forma y un color (por ejemplo, un dolor de cabeza puede ser
una aguja pequeña, de color negro, y fría al tacto)... Imagine ahora que va
por un prado verde, y se encuentra un árbol... Ahora, saque desde dentro de
usted ese símbolo que le ha dado al problema y entiérrelo al pie de ese árbol,
bajo un metro de tierra... Ahora se marcha, dejando allí su problema enterrado
para siempre...
Esta es una técnica
muy usada en la Programación Neuro-Lingüística, basada en el gran valor terapéutico
de los símbolos. Es más fácil “ enterrar” un objeto concreto (una aguja,
en la práctica que hemos explicado) que una idea abstracta (un dolor). Esto es
así porque nuestro subconsciente trabaja mucho mejor con símbolos e imágenes
que con abstracciones.
Podemos utilizar
nuestra imaginación para crear otras maneras de deshacernos de nuestros
problemas asociados a símbolos: tirarlos al fondo del mar, quemarlos en una
hoguera, lanzarlos al espacio, hacerlos más pequeños hasta que desaparezcan,
etc.
9.-
El cambio
Esta práctica es
una variante del ejercicio anterior. Consiste en asociar un problema con un símbolo,
pero ahora, en vez de olvidarlo, intentaremos cambiarlo, transformando las
características de ese símbolo en el sentido que deseemos, manipulando el
objeto hasta que, con los nuevos colores, formas y sensaciones, creemos otro símbolo
positivo que lo reemplace. Podemos proceder así:
Piense en un
problema que tenga en su vida, en una situación que le preocupe o, simplemente,
en algo que desee cambiar... Cree un símbolo para ese problema (por ejemplo,
una bola negra y muy pesada para una situación de cansancio o depresión)...
Visualice ese objeto, téngalo delante de usted, fijándose en sus características,
sin pensar mucho... Póngale una etiqueta, un nombre a ese objeto... Por
ejemplo: dolor, cansancio, tristeza... Ahora va usted a cambiar ese objeto,
cambiando sus características por otras distintas... Por ejemplo, si el
cansancio es una bola negra de plomo, cambie ahora su color, convirtiéndola en
amarilla... Si es pesada, hágala ligera, muy ligera, como si estuviera llena de
plumas... Vaya cambiando la forma, el color, el olor... Cuando lo haya hecho, póngase
delante de ese nuevo objeto, disfrute con él, dándose cuenta de lo que siente
ahora... Experimente alegría y paz al saber que su problema se ha evaporado...
Ponga ahora un nuevo nombre a ese símbolo que ha creado (por ejemplo,
descanso... salud... paz)... Siga disfrutando de ese bienestar...
10.-
El santuario

Este
ejercicio es el más importante de cuantos proponemos en este capítulo dedicado
a la imaginación. En los cursos de control mental, al santuario suele llamársele
“laboratorio”, lugar arquetípico al que nos proyectamos conscientemente
después de haber “entrado en alfa”, es decir, una vez que nos hemos
relajado profundamente, condición esencial para poder acceder a este santuario.
Establecidos en este nivel e instalados en el laboratorio, se trabaja entonces
sobre la “pantalla mental”, elemento básico de ese taller, en la cual se
proyectan las imágenes que queremos trabajar. Otras veces se le llama
“paisaje interior”, y este término es el que hemos elegido para designar un
componente del santuario. Los otros dos elementos serían la construcción del
refugio y el encuentro con el guía interno.
Llámese
como se llame, este lugar imaginario es una representación de nuestro
subconsciente, depósito de una sabiduría universal que todos tenemos dentro,
aunque no seamos conscientes de ella. Crear el santuario es construir un
escenario simbólico que nos permita acceder a ese nivel, mediante imágenes
claramente diseñadas, pues el lenguaje simbólico es el instrumento más
directo para efectuar la conexión con esa dimensión interna.
Creado
el santuario, nos bastará acudir a él para relajarnos, y para realizar allí
todas las operaciones imaginarias que deseemos, que, en este decorado
especialmente acondicionado, tendrán mayor eficacia.
A.-
El paisaje interior
Veo
ahora mi pantalla mental... Me imagino que la tengo delante de mí... Ahora, voy
a contar de uno a tres, y, cuando diga TRES, voy a proyectar en esa pantalla un
paisaje, un lugar que yo elija, un sitio que me inspire relajación, paz, y
armonía... Voy a decir ahora una lista de lugares, la repetiré tres veces, y
voy a escoger uno de ellos, el que yo quiera, el que más me guste, el que más
llame mi atención, el que más me atraiga... Un bosque... Un río... Un jardín...
Un lago... La orilla de una playa... La cima de una montaña... Repito la
lista... Y ya, ya he elegido mi paisaje, el lugar que más me gusta... Bien,
contaré hasta tres, y, cuando diga TRES, proyectaré ese lugar en mi pantalla
mental... TRES, y ya, he proyectado en mi pantalla mi paisaje, lo tengo delante
de mí...
Voy
ahora a examinar con todo cuidado mi lugar... ¿Qué color tienen los elementos
de ese sitio? Me imagino en el centro, y me fijo en lo que hay a mi derecha... a
mi izquierda... al fondo... ¿Cómo es el cielo?... ¿Qué sonidos escucho en
este lugar? Escucho con atención... ¿Qué olores percibo?... ¿Qué
temperatura hace?... Me imagino caminando por este escenario, acercándome a las
cosas que veo, tocando, oliendo, escuchando... ¿Cómo voy vestido?... Ahora
intento ver cómo me siento en este lugar... ¿Estoy contento, tranquilo, feliz
y relajado? ¿Me encuentro completamente a gusto?... Examino cómo me encuentro
estando en este maravilloso lugar... Ahora vuelvo a mirarlo todo otra vez, veo
el paisaje entero... ¿Hay algo que quiera cambiar? Si es así, cambio las cosas
que no me acaban de gustar... Las coloco como yo quiera... Sigo cambiando cosas,
hasta que me parezca que el lugar ya está perfecto para mí... Vuelvo a verlo
entero otra vez, y disfruto de la paz y la felicidad que me da este lugar tan
hermoso...
Desde
ahora, este lugar va a ser para mí un refugio, un lugar donde puedo acudir
siempre que lo necesite, siempre que yo quiera... Y, siempre que esté aquí,
voy a sentir esta paz y esta felicidad...
B.-
El refugio

C.-
El Guía
Visualizo
mi santuario, lo veo claramente con todo detalle... Ahora entro en él, me
proyecto a ese lugar, y me imagino allí... Recreo un estado de paz y quietud
internas...
Ahora,
en algún lugar de mi santuario, voy a encontrarme con un hombre muy sabio, con
un maestro que puede ayudarme a resolver todos mis problemas... Intento
localizarle en algún punto... Imagino que lo veo acercarse hacia mí,
lentamente... Según se aproxima, voy distinguiendo cómo es, voy fijándome en
todos sus detalles... ¿Qué edad tiene? ¿Cómo viste? ¿Cuál es su aspecto?
¿Qué actitud tiene hacia mí? ¿En qué lugar de mi santuario vive?...
Cuando
llega ante mí, nos saludamos, y me dice su nombre... Entonces, una vez que
hemos cogido confianza, le formulo una pregunta sobre algo que es muy importante
para mí... Mientras le hago esa pregunta, le miro fijamente para ver cómo
reacciona ante lo que le pregunto... Él puede responderme con palabras, o con
un gesto o con una acción, o mostrándome algo... ¿Qué tipo de respuesta me
ha dado?...
Me
convierto ahora en el hombre sabio... ¿Cómo me siento? ¿Cuál es mi actitud
hacia el visitante que me hace la pregunta?... ¿Qué le respondo?... Luego, me
convierto nuevamente en mí mismo, y prosigo el diálogo con el sabio... ¿Tengo
alguna otra pregunta que hacerle?... ¿Qué siento hacia él?...
11.-
El problema
“Centro
mi atención en un problema que tenga planteado en mi vida, en una situación
conflictiva que me gustaría resolver... Puede ser un pensamiento negativo
insistente, una emoción negativa (temor, desconfianza, tristeza, depresión,
angustia, culpa...), un recuerdo que me bloquea mi presente, una situación
tensa con alguien, un síntoma físico de malestar o de enfermedad...”
Lo
mejor sería practicar algún ejercicio de observación del flujo mental y
seleccionar aquel pensamiento o tema negativo que más insistentemente ocupe
nuestra mente, el que acuda con más frecuencia a nuestra conciencia, aunque en
un principio pudiera parecernos trivial. Muchas veces lo que en principio
creemos que es un problema grave no lo es tanto, mientras que hay temas que en
apariencia no tienen relevancia, pero que son los que realmente nos preocupan y
molestan, por hallarse profundamente enraizados en las capas internas de nuestro
psiquismo. Estos son los que salen a la superficie cuando nos detenemos a
observar nuestros pensamientos, y son los que deberíamos trabajar en este
ejercicio.
Una
vez elegido el tema-problema, enfocamos en él nuestra atención, dejando en
completa libertad a nuestra mente para que piense en él de una forma espontánea,
no dirigida. Se trata de conseguir que las capas más profundas de nuestra mente
trabajen el tema, en base a asociaciones automáticas que el problema sugiera.
Para ello, fijaremos nuestra atención en el “Yo” que observa el proceso
desde fuera, y que no interviene directamente en él. Es como introducir el tema
en una computadora, pulsar las teclas correspondientes, y luego esperar que la máquina
trabaje por sí sola, procesando la información para, después de un rato,
darnos la respuesta correcta a lo que demandábamos.
Cuando
hayamos pensado el problema durante unos minutos, viene la segunda parte del
ejercicio, la “retirada”, que consiste en desviar nuestra atención del
problema, olvidarnos de él durante unos tres minutos, desplazando nuestra mente
a otro objeto o sensación.
Para
hacer esta retirada, podemos hacer varias cosas:
-
Viajar a nuestro santuario, descansando allí unos
minutos, sin acordarnos para nada del tema problemático.
-
Tomar conciencia de nuestras sensaciones corporales
(la respiración, por ejemplo).
-
Fijar nuestra mente en una afirmación positiva que
contrarreste la negatividad del problema. Si éste fuera, por ejemplo, una emoción
de culpabilidad por algo pasado, podríamos repetirnos mentalmente la afirmación:
“Ahora me libero de todo mi
pasado. Es algo concluido, y me siento libre de él”... o alguna otra
equivalente, esforzándonos por sentir el contenido de la frase.
Al
cabo de unos tres minutos, volvemos nuevamente al problema, dejando que las
ideas fluyan libremente, pero dándonos cuenta sí algo ha cambiado después de
la retirada, si hay alguna solución, algún nuevo enfoque, alguna variación en
el modo de encararlo.
Cuando
sintamos la necesidad, hacemos la retirada nuevamente, para volver al tema otra
vez cuando nos sintamos frescos. El ejercicio consta, pues, de fases de
afrontamiento y fases de retirada, alternadamente.
Al
terminar, revisamos la experiencia tranquilamente, percibiendo lo que hemos
aprendido sobre el tema, las posibles soluciones que han aparecido en nuestra
conciencia.
Sería
conveniente concentrarse en el mismo problema durante varias sesiones seguidas,
con el fin de enriquecer las aportaciones y lograr una mayor profundidad de las
ideas aparecidas. En el caso de que alguna se repitiera, podríamos pensar que
esa aportación nos está ofreciendo una vía real de trabajo.
Otra
técnica útil es hacer el ejercicio por escrito, practicando lo que se suele
llamar “escritura automática”, en el cual la mano se mueve libremente
siguiendo la secuencia de los pensamientos automáticos que surgen desde nuestro
estrato subconsciente. Esta variante es más fácil, al tener mayor concreción,
y permite además tener un registro de los pensamientos, una muestra visible de
ellos, con lo cual se evita la dificultad que supone el no acordarnos de lo que
hemos pensado en el ejercicio. De todas maneras, se practique o no la escritura
automática, es conveniente registrar por escrito las conclusiones que hemos
aprendido sobre el tema al finalizar la práctica, de una forma clara y breve.
Otra
posible variante consiste en hacer todo el ejercicio dentro del
santuario. Al ser éste un paisaje simbólico de nuestro subconsciente,
nos aseguraríamos entonces un enfoque más profundo del tema, más automático,
lo cual es, repitámoslo, el objetivo esencial de esta práctica. Por otra
parte, al ser el santuario
un lugar de descanso, de reposo, lleno de connotaciones positivas, nos
ayudaría a alejarnos emocionalmente del problema, a considerarlo desde una
vertiente más relajada. Además, al ser el
santuario el lugar donde está nuestro guía, podremos acudir a él para
pedirle consejo y orientación, con lo cual nuestro problema tendrá otro punto
de vista. En caso de realizar la técnica en el santuario, deberemos hacer la
retirada de otra forma, usando para ello o bien las sensaciones corporales, o
las afirmaciones.
Además
de para resolver problemas, esta práctica es también útil para ayudarnos a
clarificar objetivos importantes para nuestra vida : “¿Cómo sería si fuese la
persona que realmente querría ser?”... “¿Cómo
podría llegar a ser si desarrollara
al máximo mis posibilidades?”... y otras preguntas parecidas, son aptas
para trabajarlas con esta técnica, pues su respuesta es de tal envergadura e
importancia, que es necesario implicar en ella a todos los niveles de nuestra
personalidad. Otros ejemplos de preguntas podrían ser: “¿Cómo me gustaría poder amar?
¿Cuál es la causa real de que no pueda conseguir lo que quiero (dinero, amor,
trabajo...)? ¿Cómo sería si fuese una persona más relajada? ¿Cuáles son
mis sentimientos reales hacia tal
persona?... Etc.
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